El terciopelo es el tejido del momento. Ha resurgido como ave fénix, y en muy poco tiempo lo hemos visto integrarse con sutileza en todos los estilos decorativos del momento.
Con su brillo tornasolado, imprime siempre un aire de glamur y, tal vez por esto, solemos asociarlo a looks elegantes y con un toque chic.
En este renacer, el terciopelo ha ido encontrando partners inesperados, otros materiales con los que seguramente hace unos años ni siquiera nos hubiéramos imaginado mezclarlo. El resultado son combinaciones de marcados contrastes, que demuestran que, poco a poco, le vamos perdiendo el miedo a experimentar, que hay nuevas formas de entender la decoración y que aplicando gusto y mesura, todo se vale.
La mezcla que me ha enamorado es la del terciopelo con materiales más toscos, propios de decoraciones tipo rústico, mediterráneo o provenzal, como la arpillera, las maderas sin tratar, el lino o el mimbre.
Acostumbrados a ver terciopelo junto a metales brillantes en looks tipo mid-century – que son otra de las grandes apuestas del año – siento que este nuevo contraste entre la sutileza y suavidad del terciopelo, con la nobleza y sencillez de los materiales puros y simples, consigue que el espacio gane magia, naturalidad y adopte un cierto aire místico, que invita y seduce. Además, nos acerca a un material que durante muchos años fue considerado un lujo y que muy pocos se atrevían a aplicar.
Aunque en vista y tacto el terciopelo y los materiales tan poco tratados puedan parecer completamente opuestos, comparten una cualidad, siempre buscada en interiorismo, y es que son ideales para aportar calidez.
Esta mezcla es también un éxito asegurado en decoraciones temporales, como mesas de celebración o matrimonios.
Ya sabes, mezcla ¡y vencerás!